Violeta, influencia y fuerza moral - Osvaldo Rodríguez Musso

jueves, septiembre 22, 2016



Contra la guerra,  Violeta Parra,  arpillera,  Museo Violeta Parra,  Vicuña Mackenna 37,  Santiago de Chile

Violeta, influencia y fuerza moral

OSVALDO RODRÍGUEZ MUSSO

Osvaldo Rodríguez es músico y escritor. Autor de 'Estado de emergencia y Diario del doble exilio', libros de poesía, y de 'Cantores que reflexionan', ensayo-testimonio sobre la música popular chilena. Vive en Italia.


Influencia: Actuar conscientemente sobre una persona o
cosa para que actúe o sea de determinada manera (Dicc. 
María Moliner). Poder que ejerce uno sobre otro; poder
que alguien tiene en un medio por sí o por sus relaciones;
ejercer fuerza moral (Larousse).



Se habla a menudo de Violeta Parra como de "la madre de la Nueva Canción chilena" (NCCh en este artículo). Y esta "maternidad" es asociada al verbo influir (que los chilenos muchas veces deformamos en "influenciar" cometiendo un barbarismo).

Si atendemos a lo primero: "madre de la NCCh" Violeta de hecho lo es de dos de los pilares del Movimiento: Isabel y Ángel Parra, y abuela de otros dos continuadores visibles: Tita Parra, hija de Isabel, y Ángel Parra, hijo. Pero si atendemos al estricto sentido del término "influir" veremos que Violeta Parra, "actúa" conscientemente sólo en forma relativamente breve.

Lo hace, en primer lugar, al enviar a su hijo Ángel a vivir al campo y aprender, de don Isaías Ángulo, poeta y cantor popular, la técnica de la ejecución del guitarrón chileno, ese bello instrumento de veinticinco cuerdas. probable descendiente del archilaúd. En segundo lugar, comparte su repertorio de canciones campesinas recopiladas en terreno con sus hijos Isabel y Ángel. Ellos grabarán esas canciones en discos, sin duda con la aprobación de Violeta en cuanto a la fidelidad interpretativa. Debemos recordar, al respecto, que Violeta en sus inicios como investigadora e intérprete del repertorio que recoge de labios de los campesinos, guarda una extraordinaria fidelidad en sus interpretaciones. Ella imita el cantar y la forma de tocar ("tequio") campesino, lo que no le resulta demasiado difícil considerando su propio pasado rural y su afinidad con ese medio. Otra cosa será "traspasar" ese sentimiento a sus hijos, que no han vivido la experiencia de Violeta en forma tan intensa y directa.

Willy Oddó, del conjunto Quilapayún, recuerda cuando fue a la Carpa de Violeta Parra a invitarla a que cantase en la Peña de la Universidad Técnica del Estado en Santiago. Interrogado el visitante, confesó cantar y formar parte de un grupo musical. Violeta le alargó la guitarra y pidió una canción y Willy le cantó una zamba argentina de aquellas tan en boga en esa época (1965), empleando en el rasgueo el típico apagado de las cuerdas con la palma extendida, como debe ser tocada una buena zamba. Violeta no dejó partir al visitante sin antes enseñarle una de sus propias canciones, "¿Qué dirá el Santo Padre?" y la eligió a propósito ya que debe ser tocada con un ritmo staccato punteado, de difícil interpretación para quien está sólo acostumbrado al rasgueo de la guitarra.

Patricio Manns en su libro sobre Violeta Parra habla de sus conversaciones con nuestra folklorista y creadora, pero en esa relación, a mi modo de ver, no hay influencia, más bien son opiniones de Violeta, pensamientos expresados en voz alta, coincidencias entre dos amigos y creadores que andaban en busca de un lenguaje común.

En más de una oportunidad oí hablar de una posible influencia de Violeta en Víctor Jara, en particular a través de sus consejos de cómo "sacar" la voz. Mi informante último me contaba que tanto a Ángel como a Víctor, Violeta les ordenaba cantar acostados de espalda y con un ladrillo sobre el pecho (método algo helénico si pensamos en aquel orador y sus piedrecillas en la boca). Algo de verdad debe haber, ya que coincide con una dedicatoria que Violeta me puso de su puño y letra en su disco dedicado a la Cueca, una de las veces que visitó mi peña en Valparaíso. Allí me recomendaba cantar al menos dos horas de cueca al día, acostado de espalda y con la guitarra encima.

Carmen Luisa Parra, hija menor de Violeta, recuerda como su madre influyó en el Conjunto mapuche Huenchullán hasta hacer salir del grupo a la única integrante femenina, a quien Violeta rechazó desde un comienzo. Más tarde. Violeta fue severa guía del Conjunto Chagual, al que aceptó en la Carpa previo examen riguroso tanto de repertorio como de interpretación. Había en ese grupo una extraordinaria voz femenina de intenso color dramático, (lo que la acercaba mucho a Violeta Parra), pero por desgracia el grupo Chagual se esfumó y apenas dejó un par de grabaciones en las cuales es más reconocible la influencia de los grupos fundadores, Cuncumén y Millaray, que la de Violeta. De todas formas debemos reconocer que por su repertorio y su forma interpretativa, ni Chagual ni Huenchullán forman parte de la NCCh.

Desconocemos otros detalles que indiquen una participación activa y consciente de Violeta Parra en grupos y solistas. Homero Caro tendría algo que decirnos, ya que también formó parte del elenco de la Carpa de Violeta Parra y grabó algunas de sus canciones: así mismo Gilbert Favre, quien fue el compañero de Violeta durante varios años y que cambió el clarinete por la quena de los Andes. Pero hasta aquí llega la influencia de Violeta, ya que desde el punto de vista de la continuidad. Ella no creó escuela, es decir, no tiene discípulos.

Si tratamos de rastrear la huella de Violeta Parra en la generación que la sigue, debemos enfocar nuestro rastreo en dos sentidos: su manera de formarse, esto quiere decir su recorrido vital, su investigación en el campo y la interpretación de ese repertorio, y luego, su manera de crear una canción nueva, basada en esos conocimientos.

En lo primero Violeta no tiene parangón. Su recorrido vital es único; piénsese en los años de circo y, más tarde, las compañías de teatro que recorren Chile, además un Chile en el cual aun está ausente la televisión y otros medios de comunicación son precarios. Pero es también única su forma de investigar y nace de su propia experiencia e intuición campesina. Cuando Violeta sale al campo a instancias de su hermano Nicanor, va armada no sólo de lápiz, papel y una guitarra (en toda su primera etapa como investigadora la grabadora portátil está ausente), sino de una forma de ser rural y campesina, una sabiduría que se gana en años de vida al aire libre, en la pobreza y la particular riqueza del campo. Es una picaresca especial y una ternura que le permitieron recopilar cientos de canciones, refranes, romances y dichos campesinos, allí donde un investigador que no fuera ella no hubiese conseguido ni una sonrisa. Violeta fue una especie de "sastre" de canciones: "costureaba" los trozos que encontraba por aquí y por allá hasta sentir que la canción estaba completa; entonces la grababa y la devolvía así a su destinatario y dueño: el pueblo. En este quehacer apasionado y apasionante sólo hay un parangón: cuando Violeta es enviada al campo por su hermano Nicanor, se está repitiendo la voluntad de don Manuel de Falla quien, en Andalucía, andaba preocupado, allá por los años veinte, de que pudiera perderse el Cante Jondo. Entonces manda a su mejor alumno a recorrer los campos y escuchar a los cantaores y agruparlos en el Primer Festival del Cante Flamenco. Ese alumno se llamó Federico García Lorca quien al igual que Violeta, recibiría un impacto inigualable en su contacto con la poesía campesina, lo que ayudará a formar y definir su propio lenguaje.

En segundo lugar, en su etapa creativa. Violeta tampoco tiene iguales, ya que Ella re-crea el lenguaje campesino que es a su vez heredero y derivación del romancero peninsular. Lo hace con aparente sencillez, pero con una intuición poética que proviene de su compenetración con ese lenguaje. Para comprobar esto basta con poner ojo atento a la "poética" de Violeta Parra, trabajo que no cabe en estas breves líneas, pero en el cual se puede demostrar cómo Violeta llega hasta la creación de términos nuevos que calzan perfectamente con el sentido y la intención del habla campesina, que mide su edad en siglos.

A más de alguien he oído hablar de posible influencia de Violeta Parra en los grupos fundadores Cuncumén y Millaray, tanto en la parte recopiladora como en la forma interpretativa. Pero olvidan que esos grupos son contemporáneos de la primera Violeta investigadora, y nacen debido a la influencia y el trabajo de Margot Loyola, quien es anterior a Violeta y quien sí crea escuela.

Pero si estamos hablando de influencias, debemos considerar que toda obra creativa, al ser partícipe de una cultura, cumple con el principio de emitir y también recibir influencias, ya sea cercanas o lejanas. Tratándose del arte de la canción popular que es heredera y continuadora de la canción juglaresca y trovadoresca, debemos poner atención a un aspecto que ha sido poco considerado en los estudios que me ha tocado leer: el problema de la vestimenta. Una de las características fundamentales de la forma de vida y el arte del juglar y el trovador es la de llamar la atención con su traje artístico.

En el caso de Chile podemos constatar que los conjuntos de canto y baile que inician nuestra tradición de "música folklórica" se visten: de huaso los hombres y de "chinas" las mujeres. En el estricto sentido del símbolo, el traje de huaso representa la riqueza del patrón o su servidor más cercano. el capataz o el administrador del fundo. Esto es: bota de tacón, cubre-pierna de cuero repujado, faja de seda trenzada, chaquetilla de abundante abotonadura, sombrero de fieltro de ala ancha, manta de tres o más colores, o chamanto de seda tejido en la costosa técnica de gobelino y arreos de plata que incluyen la espuela de ancha rodaja. Pero el traje de la "china". y esto no deja de ser curioso, mediante su delantalito blanco, representa la servidumbre. Para comprobar esto baste con recordar que cuando la mujer burguesa chilena hace su aparición en el escenario del mundo "folklórico", en la persona de la esposa del arquitecto y compositor Raúl de Ramón debe inventarse un traje nuevo y lo hace copiando el traje de la burguesía andaluza: bota de tacón, falda larga y estrecha hasta la media pierna, blusa de encajes, chaquetilla andaluza (como la del hombre) y sombrero de huaso. Por cierto, el delantal desaparece.

Pero los tiempos evolucionan, y tanto los trajes de huaso como el de la dama que va al campo y se viste para la ocasión, y también el traje de "china", representan un momento en la economía y la historia de Chile en el cual domina la burguesía terrateniente. Es por eso que a mediados de los años sesenta y casi coincidiendo con el nacimiento de la NCCh cuando aparece ese efímero movimiento conocido con el ambiguo nombre de "neofloklore", los jóvenes y las muchachas que lo integran no pueden vestirse de huasos y de chinas porque no son del campo, sino de la ciudad. Eligen, entonces, para traje de escena, un sobrio vestido de salón. ¿Qué va a ocurrir con la NCCh inmediatamente después? Como oposición a la alegre manta de tres colores. Quilapayún, el primer grupo, elige el poncho negro, que representa la sobriedad o por extensión la rebeldía. Inti Illimani elige el rojo amaranto, etc. Pero, curiosamente. Violeta Parra en sus primeras actuaciones con su grupo Los Parra de Chile en Europa, se viste de "china". (Esto se puede ver claramente en las fotografías que ilustran el valioso libro documental de Isabel Parra dedicado a ciertos aspectos y momentos de la vida de su madre). (2)

Violeta Parra, al crear su grupo en gira por Europa, influye en dos aspectos: la elección de un repertorio, cantos y bailes y la respectiva vestimenta que los acompaña, y la imposición del apellido Parra, que heredarán sus hijos. (3)

El problema de la vestimenta no puede ser considerado, a mi juicio, como un simple descuido de Violeta. Ella elige para Ángel Parra y Enrique Bello el traje de huaso y para su hija, su nieta y ella misma, el de "china", porque tenía la necesidad de individualizar a su grupo en festivales y escenarios y debe haber pensado que pocos se iban a preocupar a qué estrato social del lejano país llamado Chile representaban. A pesar de que ese traje figura en varios discos y fotografías (notablemente una en que aparecen los Parra vestidos así actuando en el escenario central de la Fiesta de L'Humanité, el diario comunista francés). Violeta no tardará en darse cuenta de que si quiere representar a todo Chile, ese traje le queda estrecho. Así, en ese mismo libro podemos ver cómo lo modifica para representar las danzas y cantos del norte de Chile.

No es sólo la vestimenta de los grupos "folklóricos" de nuestro país los que influyen en Violeta. Ella recibe, a través de sus hijos, y por su intermedio de parte de la Canción Latinoamericana, la influencia en el empleo de otros instrumentos no chilenos que vendrán a enriquecer el patrimonio de nuestra música. Violeta, como lo recuerda Carmen Luisa (4), es reacia, en un comienzo, a aceptar otros instrumentos fuera de la guitarra española. Pero pronto será cautivada por el charango del altiplano y por el cuatro venezolano. Tanto es así, que escribe para ser tocadas en esos instrumentos, algunas de sus más bellas composiciones, como "Gracias a la Vida" o "Volver a los 17", entre otras.

Algo que, al parecer, no se ha estudiado suficientemente hasta ahora, es la influencia de otros ritmos americanos en Violeta, o el aporte europeo, con sus ritmos italianos o sus valses parisinos (recuérdese que hasta compuso directamente en francés). También merece atención su cuidadoso empleo de ritmos chilenos, respetando siempre el contenido del tema con el compás elegido. Se podrá constatar así que cuando Violeta escribe una canción dedicada al norte, emplea un ritmo propio de esa región. En la NCCh, en cambio, solemos encontrarnos con canciones con tema chilote, por ejemplo, pero construidas sobre ritmo nortino de cachimbo (el cachimbo constituyó, en cierto momento de la NCCh, una verdadera moda). Por último, referente a los ritmos y su consecuencia Violeta escribe varias canciones dedicadas al problema mapuche. Esto la separa de la NCCh, ya que en ella, precisamente, el gran ausente es el tema araucano (5).

A partir de lo dicho anteriormente, me parece que entre Violeta Parra y la NCCh hay un intento de separación o de distanciamiento semejante al que se produce en todo movimiento artístico que cuenta en sus inicios con una figura de la magnitud de Violeta.

Si examinamos, por ejemplo, las numerosas interpretaciones de canciones de Violeta Parra en la NCCh encontraremos que siempre éstas resultan modificadas. Se modifica el ritmo, que se hace más lento o más acelerado con respecto al original; se modifican los textos (como es el caso de la notable interpretación de "Run Run se fue p'al norte" de Inti Illimani). todo lo cual no va en perjuicio de la canción, por cierto ya que en la búsqueda de un colorido distinto, opera el fenómeno de la recreación, lo que sólo es posible con las grandes composiciones.

Por lo demás, los temas de Violeta ya son universales y hasta se cantan en otros idiomas. Un día podrán ser tomados para construir una gran sinfonía, algo semejante a lo que hizo Gastón Soublette con algunas recopilaciones de Violeta y otros, en su suite "Chile en cuatro cuerdas".

En el caso de la bella canción que resultó de la musicalización de las Décimas de Violeta Parra, (aquella que en el libro de Violeta lleva como nombre el primer verso: "Un ojo dejé en los lagos" hecha por Patricio Manns), resulta modificada desde el propio título, ya que la versión grabada por Patricio se llama "El exiliado del sur", con notable modificación del texto. Más tarde, el grupo Inti Illimani graba una nueva versión, cuyo título resulta ser "La exiliada del sur", y con un texto trunco, ya que se han eliminado los dos versos octosílabos finales de la última décima.

Son numerosos los casos de canciones de Violeta, grabados por integrantes de la NCCh, incluyendo a Isabel y Ángel y más tarde Tita Parra, y a conjuntos y solistas del movimiento continuador de la NCCh, el Canto Nuevo, que resultan modificadas. La contabilización general también ocuparía varias páginas; pero el hecho creo que es digno de ser anotado, porque intérpretes de tal alta categoría como Milton Nascimiento, Daniel Viglietti, Dina Rot o Mercedes Sosa, tienden a ser más fieles al original que los propios compatriotas de Violeta.

En el plano de las metáforas me parece que Violeta es un río madre. Ella recoge los hilillos de agua que bajan de las altas cumbres y los lleva hasta su gran torrente, también aflora el río subterráneo que es el romancero y lo incorpora a su propio patrimonio. Como todo río de dimensiones, al llegar al mar forma un delta. La NCCh es un brazo de ese delta. El brazo puede ir a engrosar el torrente de otro río, puede llegar al mar por su cuenta, puede estancarse y formar una laguna, pero también puede transformase en pantano, o sus aguas evaporarse y dejar un cauce resquebrajado y seco.

Por ultimo, me interesa detenerme en la expresión fuerza moral. Me parece que es importante para los creadores de hoy poner oído atento a la obra de Violeta, porque Ella puede influir, pero sobre todo Ella representa una Fuerza Moral, un ejemplo de consecuencia, de estudio, de respeto por la buena poesía, de equilibrio y belleza.

Es esa tremenda Fuerza la que llevó recientemente a la gran cantante finlandesa Arja Saijonma a interpretar, en lengua sueca, en el solemne entierro del Primer Ministro Olaf Palme, defensor de la Paz, la canción "Gracias a la Vida" de Violeta, la misma que lanzan al aire día a día las campanas de la Catedral de nuestro dolido Santiago de Chile.

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Notas:

2. El Libro Mayor de Violeta Parra. Ed. Michay, Madrid. 1985.

3. A propósito de la herencia e nombres artísticos o que toman categoría de tales, al parecer el único caso en Chile, aparte de Violeta, es el de Pablo de Rokha. quien lega a su esposa y a sus hijos su seudónimo poético. Sin duda algo semejante hubiese ocurrido con otros hijos de Pablo Neruda, pero no los hubo; su única hija, Malva Marina Neruda. como se sabe, murió siendo niña. Es probable que los hijos de Gabriela Mistral (de haber existido), hubiesen elegido también el apellido poético de la madre, que es, a su vez. homenaje literario a Federico Mistral. Finalmente, cabe recordar que en la elección del apellido materno como nombre artístico existen antecedentes tan ilustres como el de Eduardo Hughes Galeano, y Pablo Ruiz Picasso. Este último inmortaliza así el apellido de su madre genovesa.

4. Ver Cantores que reflexionan, Ed. LAR, Madrid, 1984, pp. 163-174.

5. Recientemente, un grupo chileno que no pertenece a la NCCh, Los Jaivas, grabó temas mapuches de Violeta Parra, con gran respeto por la interpretación original, agregando elementos de gran colorido. (Ver Literatura Chilena, Creación y Crítica, num. 32-33. Madrid 85. Conversación con Eduardo Parra.)

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Editado electrónicamente por C.D. Blest el 30may03

Fragmento de Violeta Parra: veinte años de ausencia:   http://www.blest.eu/cultura/violeta.html

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