Eduardo Galeano - Educando con el ejemplo
martes, noviembre 22, 2016
La escuela del mundo al revés es la más democrática de
las instituciones educativas. No exige examen de admisión, no cobra matrícula y
gratuitamente dicta sus cursos, a todos y en todas partes, así en la tierra como en el
cielo: por algo es hija del sistema que ha conquistado, por primera vez en toda
la historia de la humanidad, el poder universal. En la escuela del mundo al
revés, el plomo aprende a flotar y el corcho, a hundirse. Las víboras aprenden
a volar y las nubes aprenden a arrastrarse por los caminos.
Los modelos del éxito
El mundo al revés premia al revés: desprecia la
honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el
canibalismo. Sus maestros calumnian la naturaleza: la injusticia, dicen, es la
ley natural. Milton Friedman, uno de los miembros más prestigiosos del cuerpo
docente, habla de «la tasa natural de desempleo». Por ley natural,
comprueban Richard Herrstein y Charles Murray, los negros están en los más bajos
peldaños de la escala social. Para explicar el éxito de sus negocios, John D. Rockefeller solía decir que la naturaleza recompensa
a los más aptos y castiga a los inútiles; y más de un siglo después, muchos
dueños del mundo siguen creyendo que Charles Darwin escribió sus libros para anunciarles la
gloria.
¿Supervivencia de los más aptos? La aptitud más útil para
abrirse paso y sobrevivir, el killing instinct, el instinto asesino, es
virtud humana cuando sirve para que las empresas grandes hagan la digestión de
las empresas chicas y para que los países fuertes devoren a los países débiles,
pero es prueba de bestialidad cuando cualquier pobre tipo sin trabajo sale a
buscar comida con un cuchillo en la mano. Los enfermos de la patología
antisocial, locura y peligro que cada pobre contiene, se inspiran en los modelos
de buena salud del éxito social. Los delincuentes de morondanga aprenden
lo que saben elevando la mirada, desde abajo, hacia las cumbres; estudian el
ejemplo de los triunfadores y, mal que bien, hacen lo que pueden para imitarles
los méritos. Pero los «jodidos siempre estarán jodidos»,
como solía decir don Emilio Azcárraga, que fue amo y señor de la
televisión mexicana. Las posibilidades
de que un banquero que vacía un banco pueda disfrutar, en paz, del fruto de sus
afanes son directamente proporcionales a las posibilidades de que un ladrón que
roba un banco vaya a parar a la cárcel o al cementerio.
Cuando un delincuente mata por alguna deuda impaga, la
ejecución se llama ajuste de cuentas; y se llama plan de ajuste la
ejecución de un país endeudado, cuando la tecnocracia internacional decide
liquidarlo. El malevaje financiero secuestra países y los cocina si no pagan el
rescate: si se compara, cualquier hampón resulta más inofensivo que Drácula
bajo el sol. La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen
organizado. Los organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio
y el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y contra los
pobres de todos los países, con una frialdad profesional y una impunidad que
humillan al mejor de los tirabombas.
El arte de engañar al prójimo, que los estafadores
practican cazando incautos por las calles, llega a lo sublime cuando algunos
políticos de éxito ejercitan su talento. En los suburbios del mundo, los jefes
de estado venden los saldos y retazos de sus países, a precio de liquidación
por fin de temporada, como en los suburbios de las ciudades los delincuentes
venden, a precio vil, el botín de sus asaltos.
Los pistoleros que se alquilan para matar realizan, en
plan minorista, la misma tarea que cumplen, en gran escala, los generales
condecorados por crímenes que se elevan a la categoría de glorias militares.
Los asaltantes, al acecho en las esquinas, pegan zarpazos que son la versión
artesanal de los golpes de fortuna asestados por los grandes especuladores que
desvalijan multitudes por computadora. Los violadores que más ferozmente violan
la naturaleza y los derechos humanos, jamás van presos. Ellos tienen las llaves
de las cárceles. En el mundo tal cual es, mundo al revés, los países que
custodian la paz universal son los que más armas fabrican y los que más armas
venden a los demás países; los bancos más prestigiosos son los que más
narcodólares lavan y los que más dinero robado guardan; las industrias más
exitosas son las que más envenenan el planeta; y la salvación del medio ambiente
es el más brillante negocio de las empresas que lo aniquilan. Son dignos de impunidad
y felicitación quienes matan la mayor cantidad de gente en el menor tiempo, quienes ganan la mayor cantidad de dinero con
el menor trabajo y quienes exterminan la mayor cantidad de naturaleza al menor
costo.
Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las
grandes ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está
preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no
tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El
mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una
promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos
cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos
de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.
¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas
desdichas amenazadas, nuestra única libertad posible? El mundo al revés nos
enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en
lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica
el crimen, y así lo recomienda. En su escuela, escuela del crimen son
obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto
que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni
desaliento que no busque su aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su
contraescuela.
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