Eduardo Galeano - La diosa

miércoles, noviembre 16, 2016



La noche de Iemanyá, toda la costa es una fiesta. Bahía, Río de Janeiro, Montevideo
y otras orillas celebran a la diosa de la mar. La multitud enciende en la arena un lucerío
de velas, y arroja a las aguas un jardín de flores blancas y también perfumes, collares,
tortas, caramelos y otras coqueterías y golosinas que a ella tanto le gustan.
Entonces los creyentes piden algún deseo:
el mapa del tesoro escondido,
la llave del amor prohibido,
el regreso de los perdidos,
la resurrección de los queridos.
Mientras los creyentes piden, sus deseos se realizan. Quizás el milagro no dure más
que las palabras que lo nombran, pero mientras ocurre esa fugaz conquista de lo
imposible, los creyentes son luminosos y brillan en la noche.
Cuando el oleaje se lleva las ofrendas, ellos retroceden, de cara al horizonte, por no
dar la espalda a la diosa. Y, a paso muy lento, regresan a la ciudad.





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